martes, 15 de septiembre de 2009

Viaje hacia la felicidad

En uno de mis viajes por el sur de España, entre arena, pescaíto, jazmín y bugambilla conocí a una persona a la que os quiero presentar. A ella no le gusta hablar de su vida privada, no le gusta llamar la atención, es muy humilde y discreta y dentro de ella, a pesar de lo joven que es, viaja una gran sabiduría. Hoy quiero mostraros uno de sus viajes, un viaje hacia su felicidad. Gambita, como me dijiste un día en una despedida, sigue disfrutando de la vida y mantén tú también la niña que llevas dentro. Yo, también me fuí cargado de vida y de alegria al haber compartido contigo ese viaje por la vida, en busca de la felicidad, en el que como muy bien escribes tú:
"es un destino al que todos queremos ir, todos intentamos buscar el camino continuamente y cuando por fin creemos que lo hemos encontrado queremos quedarnos allí para siempre, nos da miedo seguir caminando por si acaso nos desviamos sin querer o nos desorientamos en nuestra alegría y nos volvemos a perder. A veces nos equivocamos de ruta, en realidad casi todo el tiempo durante la vida, y tenemos que desandar todo lo andado, creemos que hemos fracasado y tememos el volver a empezar, el enfrentarse otra vez al miedo, a los mismos peligros de antaño, a los fantasmas del pasado, a mirar de frente… pero el ser humano es fuerte y la naturaleza muy sabia y es entonces cuando de pronto nos sorprendemos a nosotros mismos caminando de nuevo sin saber cómo ni por qué y en busca de la felicidad de nuevo.
A veces soñamos que es una ciudad muy grande donde podemos llegar y vivir allí para siempre, otras veces sentimos que sólo es una pequeña aldea por la que pasas a veces, te quedas un fin de semana y regresas a la dura realidad, pero la mayoría de las veces queremos creer que es un lugar misterioso aunque perfecto al que aspiramos llegar sin saber muy bien lo que nos espera, pero ante todo, esperamos quedarnos para siempre.
Durante la infancia, la mayoría de los seres humanos (del mundo desarrollado) vivimos en ese lugar mucho tiempo ajenos a la realidad que envuelve todo ese viaje que por ahora ni siquiera hemos empezado, hasta el día en que de golpe y porrazo te despiertas en el mundo de la adolescencia, que es una especie de Bronx neoyorquino, con sus violencias y su música, su gris y su colorido, su locura y sus bailes, pero lejos de ese anhelado lugar llamado Felicidad.
¿Y qué pasa entonces cuando crees que vives allí? ¿Qué pasa cuando crees que has encontrado el lugar? Le pones pegas, dejas de valorarlo como lo hacías los primeros días en que pensabas que era maravilloso, y comienzas a perder la ilusión, y haces todo esto hasta que un día sales de turismo y te das cuenta que no sabes volver... ¿Dónde está el camino de vuelta? ¡Lo has perdido! Y te acuerdas de lo dichoso que eras allí, lo que te gustaban sus gentes, su alegría, su tranquilidad, sus pequeños defectos que lo hacían irresistible. Y todo esto te pasa por distraerte más de la cuenta. Y cuando pasa esto lo mejor es darse un tiempo, una paradita en el camino, para poder mirar las cosas con perspectiva, con madurez, y volver otra vez al tajo, a buscar el lugar donde los deseos se hacen realidad. No pasa nada si te vuelves a caer, lo importante es cuantas veces te levantas y sigues buscando el sendero que te lleva a tu sonrisa. Y te cruzarás con peregrinos que te harán ese camino más sencillo, más llevadero, risas y llantos tan necesarios como el agua para vivir.
Nunca hay que perder la ilusión en el viaje de la vida, en el que sigo, un viaje hacia la felicidad".

1 comentario:

  1. Creo que la capacidad de ser feliz es algo personal e intransferible, lo que hace feliz a un persona no es exactamente lo mismo que hace feliz a otra, aunque sea cercano. El mayor logro es saber qué necesito para ser feliz yo, qué me haría a mi feliz, que no tiene por qué ser lo mismo que haría feliz a mi vecino. Y está claro que para llegar a saber esto no hay que estarse quieto, hay que viajar mucho y aún asi el éxito no está asegurado.

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