Dice un buén amigo mio que " el buey no es de donde nace, sino de donde pace "; y es que una nunca sabe en realidad dónde está su casa hasta que un día, de repente, acabas dándote cuenta de cuál es tu sitio cuando vue
lves de un viaje, después de estar dando tumbos por ahí y sientes que este es tu hogar, tu sitio, tu felicidad, tu tranquilidad, tu armonía, tu lugar. Hoy, una cacereña, con muchas ganas de escribir lo que representa Marchamalo en su vida quiere contaros su viaje desde su pueblo en Extremadura hasta su pueblo en Guadalajara. Que el cielo azul de Marchamalo sea cada día más azul y te haga muy feliz.
Llegué a Marchamalo hace diez años. Venía de Zafra, una pequeña ciudad del sur de Badajoz, muy próxima a Sevilla, donde había estado trabajando durante cuatro años. Allí el invierno no era muy frío y por las tardes paseaba con mi hijo por la calle mayor o me iba al parque a charlar con las otras madres. Aquí tuve que cambiar mis rutinas, en parte por las bajas temperaturas invernales y, también, por el carácter de la gente, menos extrovertido. Tardé bastante tiempo en
acostumbrarme a vivir aquí y siempre pensé que estaba de paso, que en cualquier momento me marcharía porque este no era mi sitio.
Por diversas circunstancias he vivido en muchas partes. Salí de Hinojal, mi pueblo cacereño, con catorce años para estudiar en un internado y desde entonces mi vida ha transcurrido en diferentes pueblos, ciudades y países, pero siempre que he vuelto a Hinojal he tenido la sensación de volver a casa. Nada más entrar en Extremadura me daba la impresión de que los colores del paisaje eran más nítidos, el aire más puro, las montañas más próximas, el cielo más azul. Incluso notaba una especie de bienestar tanto físico como mental.
Este verano es
tuve en Bélgica, después pasé un par de semanas en Madrid para irme a finales de julio a Huelva. En agosto estuve en Cáceres con mi familia y a finales de agosto volví a Marchamalo, como todos los veranos. Era un día luminoso y había gente por la calle. Saludé a los conocidos desde el coche y me encaminé hacia mi barrio. A medida que me acercaba a mi casa tuve la misma sensación que siempre he tenido al volver a Extremadura, una sensación de armonía y tranquilidad. Por primera vez, desde hace diez años, me di cuenta de que estaba contenta de volver, de que Marchamalo ya era parte de mí casi en la misma medida en que lo es Hinojal, porque llevo aquí ya mucho tiempo, porque aquí he sufrido pero también he sido muy feliz y porque este es el pueblo de mi hijo y desde ahora también el mío.

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